Crítica cinematográfica sobre la ópera prima de la cineasta vallenata
Por Carmen Viveros Celín
“Que lo entierren con los pies para adentro. Para que se quede” ,
Elba en Tierra quebrá.
“Me siento quebrada como esta tierra” ,
Manuela en Tierra quebrá.
Tierra quebrá es una historia sobre los lazos familiares, la muerte, el luto y la esperanza, sobre el deseo y el amor. Es una historia sobre la vida misma. Contada desde la mirada de una mujer, Nina Marín, que nació, fue criada y vive en el Caribe colombiano. Alejada de cualquier representación idílica, Nina toma distancia del mar azul y los cocoteros de playas paradisíacas asociadas al Caribe a través de la publicidad. Tierra quebrá es una película que escarba en las grietas del territorio desértico del caribe, en las grietas del alma rota y la memoria de una cultura para desentrañar de ellas el deseo irrefrenable de seguir viviendo.
Tierra quebrá: el pa(i)saje del caribe
Nina Marín andaba buscando una trocha para el rodaje de su ópera prima Tierra quebrá (2023). En vez de eso encontró un “lugar secreto”, como ella lo llama, descubierto por el cuidador y trabajador de la finca donde rodarían la película. Se trataba de un desierto que contrastaba con el paisaje verde de la falda de la Serranía del Perijá, en el corregimiento de Las Raíces, ubicado a diez minutos de Valledupar. Una locación que poseía el espíritu que aborda la historia, entre la vida y la muerte, el sueño y la realidad, lo deseado y lo prohibido. Pero que también da cuenta de las intenciones que movilizan las búsquedas artísticas y las elecciones estéticas de la autora.
Para Nina, “las películas tienen su propio espíritu y se van acomodando a las personas, los artistas, las locaciones”. En Tierra quebrá esta comunión de la que habla la directora fue ineludible en el caribe colombiano. A pesar de que no consideraba rodar en un desierto, cuando Nina lo descubrió, éste se convirtió en un personaje más sin ella haberlo planeado. No en vano, cuando Nina Marín escribe sus guiones sabe que están inacabados, piensa en ellos como “un mecanismo abierto… un arte vivo”, uno susceptible de ser modificado. Lo anterior también aplica para el espectador, piensa en la película como una que el espectador debe completar o intervenir en su imaginación, a partir de lo que la directora les ofrece en la pantalla. Piensa entonces en Tierra quebrá como una película abierta, “el público debe escribir”.
Es por eso que la forma de escribir sus películas es coral, muchos temas en una misma trama. Nina considera el proceso de escritura similar a la hechura de “una colcha de retazos”. Muchas voces para crear un solo cuerpo, una polifonía. Transgrede las técnicas clásicas del guion en la búsqueda de una voz y una escritura propia, que dialoga con sus propias memorias y pulsiones, pero que también batalla con la resistencia que muchas veces encuentra en los asesores de guion, quienes cuestionan su eclecticismo y heterodoxia a la hora de escribir sus historias. Sin embargo, a pesar de la fragmentación, todo termina concatenándose de una manera orgánica…un solo cuerpo…como la vida misma.
Mujeres y fantasmas
Nina Marín nació en La Guajira, fue criada en Riohacha. Mujeres como Elba o Manuela, las protagonistas de Tierra quebrá, estuvieron presentes en el entorno donde creció, forman parte de las vivencias que recuerda de su infancia. Desde entonces ya fantaseaba con su propia película, solo escuchando las conversaciones de su abuela y de las otras mujeres que la rodeaban, a quienes ella llama sus “fantasmas”.
Por eso es que a la hora de escoger los personajes, ficción y realidad se funden para dar respuesta a su marcada necesidad de la presencia de las mujeres en sus historias. Los personajes responden a la esencia de su propia memoria. El casting lo desarrolla a través de conversaciones con los posibles actores, como las que ella escuchaba de niña, muchos de los personajes de la película son actores naturales que encarnan también el espíritu del caribe. En Tierra quebrá, por ejemplo, el personaje de Elba es interpretado por la madre de la directora. Una buena dosis de realidad se filtra en la ficción.
Tierra quebrá está llena de temas complejos: familia, incesto, infidelidad, violencia, mitos, liberación, etc. Temas grandes, temas de mujer, además de arriesgadas decisiones estéticas y políticas por parte de la directora. Temas vistos y escuchados por Nina a lo largo de su vida, los cuales han nutrido su universo narrativo. De niña, Nina vio y escuchó sobre muchas situaciones que aborda la película en Riohacha, temas sobre los que los adultos optaban por callar. Sus películas son, de alguna manera, una catarsis para hablar de lo prohibido, “el lado feo de nosotros mismos que no nos gusta ver”, afirma. Piensa que de todo eso está hecha nuestra humanidad y la película puede ayudar precisamente a comprender la complejidad humana. No se trata de romantizar la realidad, aclara, más bien de desnudarla, con la delicadeza con la que se desnuda un cuerpo, responder a una necesidad que ella siente tan espiritual como carnal. En su película se asoma a lugares prohibidos, conversaciones silenciadas, muchas veces producto de la autocensura. Tierra quebrá funciona entonces como el detonante de esos debates, abre espacio para el diálogo y la conversación, de igual manera que su técnica para la selección de los actores.
En este orden de ideas, la voz de Nina Marín se une a las ya existentes en la cinematografía del caribe colombiano: Jessica Mitrani, Sara Harb, Alana Farrah Roa, entre otras. Todas juntas nos hablan de la realidad de las mujeres en esta región. Sobre los estereotipos sociales y culturales que condicionan el ser mujer caribe y nuestras concepciones de familia, sobre los ancestros que determinan quiénes somos más allá de los mares y las fronteras, sobre realidades íntimas acerca de nuestras formas de vivir la vida, sentir, pensar o amar. Y sobre la forma como se construye la institución familiar en el caribe colombiano por fuera de los centros urbanos y las grandes capitales.
El blanco y negro: los colores que unen la vida, la muerte, la libertad y el amor
La paleta de grises que domina la imagen de Tierra quebrá es la respuesta estética que refleja la mirada y el luto de Manuela, la protagonista, que pierde a su marido y a su hijo. Para Nina Marín, “las mujeres del caribe (y en general el ser humano) estamos tan quebradas que tendemos a encontrar el amor en el lugar equivocado”. Para poder sostenernos caemos en “lugares grises”, afirma. Lugares que equiparamos al alivio, el refugio, el descanso.
Nina también considera que, como seres humanos siempre cargamos a cuesta la muerte, para ella es un tema determinante que nos rige. Confiesa que el acto fúnebre es un ritual fundamental, nos une, para bien y para mal, a partir de él se toman decisiones personales, familiares, completa el ciclo de la vida. De ahí que Tierra quebrá sea de alguna manera el resultado de su personal búsqueda del “color fúnebre”, el cual se ve reflejado en el paisaje, aludiendo al mundo espiritual y onírico de los personajes, pero también de sus propios “fantasmas” en diálogo con los deseos carnales de los que continúan vivos. En este sentido, Tierra quebrá es, paradójicamente, una película del caribe a partir de una escala de grises, que si bien eclipsan temporalmente los contrastes de azules y naranjas que ofrece el mar y el desierto del caribe, o el verde de la Serranía del Perijá; no impide que estos afloren en los gestos del cuerpo de los personajes en momentos lúdicos y felices llenos de música, baile y deseo.
Sobre Tierra quebrá también planea el fantasma de la violencia, la que merodea a los personajes y amenaza a la familia de Manuela, quienes viven en un cierto límite tanto territorial como espiritual. Para Marín, “la muerte siempre se carga”. Y para las mujeres en particular, la pérdida de un hijo, los familiares, los padres, los hermanos, se convierte en una estela gris que no las abandona. “El luto nunca se va”, afirma Nina, “simplemente aprendemos a vivir sin los seres amados”. Esta realidad que refleja la película dialoga con la del país, esa gran historia nacional y su luto dilatado, pero que al final señala el camino de la esperanza y la vida.
Haciendo cine, Nina Marín también convive con todos sus seres amados, Tierra quebrá no es la excepción, es fiel a la premisa de trabajo que tienen ella y su esposo Óscar (productor de sus metrajes): “nos amamos por encima de cualquier película”. En este sentido, este largometraje es también uno sobre el amor, un amor real, tan imperfecto como sublime, como el amor que existe entre una madre y su hijo… ese que siempre se queda, el que nunca se va, que supera la muerte, sin importar cuan agrietada esté el alma, la tierra o la dirección que señalen sus pies.
Es cierto que si uno visita las zonas desérticas del caribe colombiano la tierra está agrietada, pero hay, al mismo tiempo, en la periferia de aquel desierto, una serranía extensa que redunda en esperanza y verdor. Ambos pa(i)sajes completan ese caribe que se lleva grabado en el alma a pesar de que la tierra esté quebrá.
Ponte en contacto con la autora: carmenviveroscelin@gmail.com
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